lunes, 29 de enero de 2007

bendito sea el exilio

me desacostumbré a las calles oscuras, llenas de árboles y vacias de gente
(las luces de la ciudad te enceguecieron, dijo mi madre,
santa madre siempre tan precisa)
caminé intentando recordar la seguridad con la que me sentía dueño
de cada vericueto donde se ocultaban pungas y drogones de antaño.
pero claro, ahora cambió todo
(parece que se acabó el rock and roll, somos cumbia nada más)
llegué a la puerta del bar, estaba nervioso
los pibes estaban adentro
uno me había adelantado por celular:
"me dijeron que ahora sos gordo, hermanito, a ver si nos vamos a reconocer"
pensé que capaz serían todos patovicas carilindos
entré y alguien levantó la vista
y no
están todos gordos,
algunos un poco arruinados
otros bastante más

los pibes, me contaron,
siguieron tomando merca sobre aquel inodoro en el que yo debuté
diesciseis años atrás

bendito sea el exilio entonces
bendita el hambre que pasé y no volverá
bendito el pasado olvidado
bendito el desarraigo y la soledad
el golpear puertas extrañas
y dormir en camas vacias

(yo tenía 14 años entonces
las piernas flacas y la curiosidad encendida
aquel rolinga gastado, un poco pelado
peinó un raya blanca, pequeña
arriba de la tapa del inodoro
me dijo que la aspire rapido
y que me tape la nariz)

nunca nada volvió a ser lo mismo.


anoche,
diesciseis años después
en el mismo bar
en el mismo baño
en el mismo inodoro
los pibes me dijeron
"vení hermanito, guardamos un pase para vos".

y yo en cambio, dije
me tengo que ir
me esperan mujeres y amigos
en otros barrios que ahora tengo.

me fui a encontrar con ellos
ahora que tomo agua mineral,
propongo brindis a cada rato:
brindemos, les dije a todos,
a la salud de nuestros exilios.

No hay comentarios: